CEREMONIA SECRETA

La literatura y el cine tienen a veces el poder de modificar nuestro interior con una sorprendente rapidez y contundencia. Quizás nos hemos aferrado durante años, pongamos toda nuestra vida, a una idea, a una creencia, a una forma de ser, y de tenerla tan cerca nunca hemos reparado en ella. Pensamos y sentimos algo sobre algo y es así. Punto. Y entonces leemos un libro, ni siquiera un libro entero, una frase en un libro, o vemos una película, o una escena, y esa visión nos revela una verdad que hasta ese momento habíamos pasado por alto. Esto suele pasar con las grandes obras maestras, con creaciones que han sido concienzudamente trazadas y cuyo autor llegó por vía desconocida, quizás leyendo o viendo a su vez un libro o una película, a esa certeza que a su vez nos ilumina.

Ceremonia Secreta (Secret Ceremony) es una de las películas más oscuras y extrañas que se han filmado. Es una de esas joyas perdidas de la historia del cine que nadie o casi nadie ha visto y que sin embargo tienen el poder transformador de las obras maestras.

Está basada en un relato de Marco Denevi, escritor, periodista y abogado argentino nacido en 1922 con el que ganó el primer premio de la revista LIFE en español. Aunque el relato rezuma misterio y la historia es tan turbadora como enigmática, el guionista, George Tabori, saca más partido del relato y de sus personajes y lo transforma en una historia memorable y desconcertante.

La película está dirigida por Joseph Losey, director americano asentado en Londres, que tiene en su haber un sin fin de brillantes películas con marca inglesa poco conocidas en España. Su amistad con el dramaturgo Harold Pinter le llevó a dirigir varias de sus obras, con las que se afianzó como director (The Servant, Accident, The Go-Between) y con las que ganó varios BAFTAs y la Palma de Oro del Festival de Cannes. Hay dos películas suyas, aparte de esta, que me fascinan y que no dejo de ver: ¡Boom!, basada en una obra de Tennessee Williams y protagonizada por Elizabeth Taylor y Richard Burton, y The Romantic English Woman, con Helmut Berger, Michael Caine y Glenda Jackson. Ceremonia Secreta está protagonizada por Mia Farrow, Elizabeth Taylor y Robert Mitchum. Los tres realizan uno de los papeles más insólitos e inquietantes de toda su carrera.

La evidencia que me asaltó al ver Ceremonia Secreta fue entender que lo peor de estar loco es estar atado a un sometimiento irreflexivo e ineludible, a un estado de impotencia que impide a la persona actuar según sus deseos. Aunque la persona vea que lo que está haciendo significa su propia destrucción, hay algo que la empuja a continuar con la “farsa”. Como si fuera un recluso encerrado en una cámara sellada, desde la que ni su verdadero yo, ni sus auténticos deseos pueden trascender. La persona grita y gesticula mientras ve cómo su otro yo, un yo malévolo, despiadado, inhumano y arrogante, destruye todo lo que ama y valora, incluidas su propia dignidad y su propio cuerpo.

He visto decenas de películas donde la locura es el tema principal. Yo misma he escrito sobre la esquizofrenia en Bilis Negra y me he documentado sobre los estragos y derivaciones de tal enfermedad. Pero por alguna razón, nunca había considerado como elemento principal hasta dónde puede llegar esa imposibilidad de ir en contra del monstruo que domina a la persona enferma.

Ceremonia Secreta se adentra en unos paisajes interiores que causan repulsión. Se nos muestran además desde una perspectiva que no estamos acostumbrados a considerar. Lo que mantiene unidos a los tres personajes protagonistas son la desesperación y la desesperanza, la locura y la aberración. Se crean situaciones espeluznantes que surgen de la simulación de los papeles que entre ellos se invitan a interpretar. La necesidad que tienen del otro es tan alarmante que son capaces de olvidar su propia identidad y, como si fueran poseídos por el personaje ausente, aceptan de forma inconsciente todos sus rasgos y gestos. Leonora se deja llevar por el fantasma de la madre de Cenci, cuyo parecido físico con ella es siniestro y, animada por la propia Cenci, comienza a actuar con una soltura inquietante tal y como lo haría la verdadera madre. El fantasma invocado por Cenci la posee y solo después de una situación escalofriante Leonora parece reaccionar y, recuperando su verdadero carácter, amable y cariñoso, se reconcilia con Cenci.

Las ausencias marcan la película. Cenci echa de menos a su madre. Leonora a su hija. Albert, pedófilo sin contriciones, echa de menos la relación incestuosa que tenía con Cenci cuando ésta era una niña. Ahora que es algo mayor rememora con ella esa relación. Su deseo enfermizo y devastador sigue estando presente. Tanto es así, que ambos ocultan sus identidades actuales con el fin de permanecer en ese estado de “inocencia” para que éste pueda ser destruido una y otra vez.

Quien “maneja” toda la historia es Cenci. Todo gira alrededor de su persona y de sus circunstancias. Pero Cenci está loca. Es un ser enfermo y según avanza la película nos damos cuenta de lo perversa y monstruosa que es. Al principio parece desvalida y frágil, pero luego se descubre que su inocencia no es más que una forma de perpetuar la excitación que le produce ser el objeto de deseo de un pederasta, su padrastro. Si eres ya una mujer no hay “violación”, no hay prohibición, no hay delito. El aferramiento a su propia infancia es un señuelo tanto para Albert como para Leonora. Ésta última la cree todavía una niña y ve en ella a su propia hija fallecida.

Cenci es además rica. La mansión en la que vive sola es casi otro personaje de la película. Es una casa enorme llena de antigüedades, rodeada de un jardín descuidado. Y a pesar de estar en medio de Londres, la ciudad parece lejana, inalcanzable desde la oscuridad claustrofóbica de esa mansión barroca. Dentro de esa mansión los tres viven su universo impenetrable y enfermizo.

Cenci querría aceptar el amor que Leonora le ofrece incondicionalmente. Porque a Leonora no le interesa su dinero, solo cuidar de ella como habría hecho con su propia hija. Pero Cenci sufre una locura perversa que no puede controlar. Es como si alguien la poseyera a ella también y la obligara a ser malévola, mentirosa y cruel. Y aunque Cenci lo ve, aunque ve que se hunde y en el fondo le gustaría dejarse querer por Leonora, librarse de su sucio simulacro de niñez y empezar una nueva vida con una madre bondadosa, no puede huir de sí misma. Y su grito de auxilio queda ahogado en una afonía aterradora que termina en tragedia.

El final, ese final es el que me hizo sentir el horror que debe ser estar loco. El horror de verse a uno mismo ejecutando acciones que no deseamos hacer, verse a uno mismo siendo y diciendo justo lo contrario de lo que deseamos y nos conviene.

No doy más detalles, ni revelo más de la historia. Esta recomendación es una joya de esas que ya no se encuentran. Y digo “ya no se encuentran” literalmente. Hace años me costó mucho dar con ella. Tuve que comprar el formato video y pasarla a DVD. Ahora ya la tienen en DVD y en Blu-ray. Es una de esas películas que apetece ver una y otra vez porque aparte de ser una obra maestra en lo que se refiere a actuación y guión, de estar llena de misterio, de personajes inolvidables y de suspense, (¿Qué más se le puede pedir a una película?), tiene una estética gótica y nebulosa que logra sumergirnos al instante en su ambiente onírico y opresivo. Es como si desde otra dimensión estuviéramos realmente asistiendo a una ceremonia secreta.

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